El territorio que recorre la A-1702 no podría entenderse sin las masadas y los masoveros: autosuficientes, solitarios, imaginativos.  Las masadas son un modo de vida hoy casi perdido, que se mantuvo vivo durante centurias y que aunque hoy parece abocado a la desaparición han condicionado la estructura social, la configuración de las mentalidades y el entorno.

La A-1702 divide en dos el  Espacio de Interpretación del Territorio Masías de Ejulve que nos permite conocer el hábitat disperso y el modo de vida de las masadas, un patrimonio natural, cultural e histórico de gran valor, a través de antiguos senderos, perfectamente señalizados y balizados que recorren un importante número de masadas –  el Pecino, Los Ordiales, Los Barrancos, Las Monjas, La Solana, el Sartenero –  en un territorio especialmente interesante también desde el punto de vista natural y paisajístico.

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El apunte: La vida en las masías

“El fuego ardía durante todo el día en el hogar de la cocina. Pero nos dábamos prisa en cenar en torno a la mesa del centro para volver a situarnos en círculo junto al fuego. El abuelo Manuel disfrutaba echando a la hoguera abundantes ramas de sabina y las llamaradas momentáneas te hacían retroceder un tanto (… ) En torno al fuego, alimentado sin cesar, las mujeres hacían punto u otras labores de aguja. Otros cortábamos coles hasta llenar unos canastos y al día siguiente se daban a los corderos.  En ocasiones mi padre hacía cuerda de esparto o remendaba algún apero (….) Cuando ya había buen rescoldo en el hogar a veces asábamos manzanas o hacíamos té de roca endulzado con miel o azúcar. Yo solía leer a la luz del candil de carburo y de las llamas del fuego (…) La velada se prolongaba al amor de la lumbre y de la conversación familiar. Uno ahora, otro después íbamos desfilando hacia el dormitorio. Yo solía apurar hasta el final, pues daba pereza entrar en aquellas sabanas tan frías y, aunque ya hacía rato que no se echaba leña al fuego, aguantaba removiendo las abundantes brasas que quedaban entre la ceniza. Finalmente, había que coger un candil de aceite y marchar hacia la cama. Meterse en ella era un tanto heroico”.

Así podían ser muchas noches de invierno en la masada. Extracto de Memoria de las raíces, del masovero ejulvino Jesús Calvo Betés.

Lugares a indicar en el mapa y a ilustrar con foto.

Barranco de Cueva Muñoz y cueva del ermitaño

Buena parte del territorio que ocupan las  Masías de Ejulve es una zona de relieve atormentado con laderas de fuertes pendientes, cortados rocosos y profundos barrancos que vierten sus aguas al río Guadalope. Un paisaje duro y agreste, con apariencia superficial hostil pero de belleza excepcional. Uno de estos barrancos es el de Cueva Muñoz, a la espalda de los Órganos de Montoro, en la parte ejulvina del  Monumento Natural de los Órganos de Montoro. Un paisaje agreste, de fuertes contrastes,  con innumerables atractivos como fuentes, densos bosques, varios miradores, árboles singulares, un hocino con cascada activa en momentos de fuertes lluvias, y la presencia de cangrejo autóctono, rapaces rupícolas y cabra montés, además de la cueva del ermitaño, habitada según cuenta la tradición oral por “un gigante” que no era tal sino más bien una persona de gran altura conocido como “el gigante de la cueva Muñoz”, que vivía de una economía de trueque. En el interior de la cueva aún se pueden ver restos del camastro, de las paredes, del horno del pan, etc.  A la cueva se puede llegar por un sencillo sendero bien definido y señalizado, de poco más de 2 kilómetros, apto para hacer en familia y con unas panorámicas espectaculares.

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Mirador de los Órganos

Espectacular balcón sobre THE SILENT ROUTE a la altura de los Órganos de Montoro, y en lo más alto de los mismos.  Al mirador se accede desde Las masías de Ejulve por una pista en buen estado. Desde allí  podemos disfrutar de unas magníficas vistas sobre las hoces del Guadalope, Montoro de Mequita y el estrecho de la Boca del Infierno.

También se puede acceder caminando desde la masía de Los Barrancos

Más información sobre los Órganos de Montoro.

Mirador del skyline del Alto Maestrazgo

En torno al kilómetro 17,300 de la A-1702, el punto más elevado desde Ejulve antes de iniciar la bajada hacia los Órganos de Montoro  por el barranco de los Degollados, merece la pena hacer una parada para contemplar el “Skyline” del Alto Maestrazgo en todo su esplendor.

Desde allí se adivina el gran surco abierto en la sierra por el río Guadalope y se vislumbran de derecha a izquierda  los altos de la Coronas de Aliaga marcando el horizonte por el sur, los altos de Pitarque con su Peñarrubia, y detrás las alturas de Fortanete, los altos de la Cañada de Benatanduz y las Muelas de Villarluego y Cantavieja. Un gigantesco retablo de montes, colinas, nubes, bosques y masadas que en las mañanas de invierno se completa  con los campos de brumas que ascienden desde los valles marcándolos como regueros.

Un pino solitario, superviviente del gran incendio de 2009,   nos señala el  punto donde se obtiene la mejor panorámica. El incendio que asoló un rico manto vegetal, que ahora lucha por renacer, nos abrió una ventana extraordinaria para contemplar el territorio que recorre THE SILENT ROUTE.

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