El núcleo primigenio de Cañada de Benatanduz se ha ido quedando solo con la plaza de la monumental iglesia, de estilo barroco, el vetusto ayuntamiento y el hospital. En cambio sus vecinos han derramado sus casas en el entorno, como si fuesen fincas aterrazadas, en el abombado vientre del lento precipicio.
La ermita de San Cristóbal se yergue como vigía sobre el pueblo y, si te acercas a su puerta, tendrás las mejores vistas de este pueblo de ásperos y encantadores parajes, que, con algunas luces especiales, adquiere su máximo apogeo.